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Dicen por ahí que cuando un lobo aúlla a la luna es porque quiere localizar a su manada. Después de muchos años de aullar en vano, y justo cuando me quería dar por vencida, un grupo de lobas respondió a mi llamado.

Existe una relación entre la mujer y la loba que se ha manifestado en distintas culturas y con distintas finalidades y arquetipos. No me parece coincidencia que orgullosamente nos llamemos lobas entre nosotras. Verán, por lo general se piensa que el término “loba” para referirse a una mujer es peyorativo y tiene una connotación negativa. Finalmente va de la mano con el término “perra” y generalmente se asocia con aspectos frívolos e indeseables en una mujer de bien.

Sin embargo, para mí apela a la naturaleza instintiva de la mujer. Las lobas son sumamente inteligentes, perceptivas y hábiles. Además, mi fascinación con la luna es un aspecto más que termina de convencerme que finalmente soy y seré siempre una loba. Generalmente se asocia a la luna con lo femenino, y al sol con lo masculino. La luna es para mí el testigo infinito de todo aquello que sucede en la obscuridad. Apela a ese concepto de “la intuición femenina”, la cual yo definiría como la capacidad de arrojar luz en la obscuridad con el fin de descubrir lo oculto, lo secreto – la verdad. Sí, quizá no me encanta la idea de que la luz de la luna provenga del sol, sin embargo su naturaleza cíclica se asemeja al proceso biológico de la menstruación, y es ahí dónde la luna se gana mi corazón otra vez. Finalmente, entre más quiero pelear contra mi fascinación con la luna, más razones encuentro para sentir que entre ella y yo hay una conexión que no puedo explicar racionalmente.

Hay noches en las que la luna me enamora, pero no es un amor erótico, sino que se asemeja a un proceso de auto aceptación y descubrimiento de mi propia feminidad. Como una loba, aúllo a la luna en busca de sabiduría. Ella no me da las respuestas, me proporciona las preguntas. Ilumina mi obscuridad y me permite ver con la suficiente claridad. Una vez que he visto la verdad, la luna puede convertirse en un verdugo que no le permite a mi mente negar lo que ahora sabe. Hay veces que ver duele, pero huir de la realidad no es salida para una Loba Madre. Existe un periodo de “petrificación” previo a la asimilación de la realidad: ese momento en el que la sangre hierve y se congela al mismo tiempo y puede sentirse cómo un rayo golpea la columna vertebral y el sistema nervioso se entume por unos segundos. La loba debe ser cautelosa y evaluar todas las posibles alternativas para sobrevivir. Instintivamente su mente genera una especie de mapa que conecta los cabos sueltos y le proporciona la estrategia perfecta para eliminar a su oponente.

Ser una loba es para mí inevitable. No me avergüenza arrastrar mi cola y sacudir mi pelaje. Hay quienes se sienten amenazados por mi desdén al caminar, sin embargo mi paso firme no es producto de insolencia, sino de coraje y aceptación de mi propia naturaleza. Hubo un tiempo en el que me constreñía y evitaba a toda costa sacar los colmillos, intimidar a los demás y mostrar mi lado agresivo. Hoy, mi naturaleza intuitiva se ha agudizado y mi instinto de supervivencia es más fuerte que cualquier prejuicio o norma social impuesta. Esta es una loba a la que no conviene amenazar. Esta loba tiene sed de vivir la vida que como loba le corresponde vivir. Quizá tiempo atrás esta loba se aislaba y su falta de auto conocimiento le impedía conocer sus alcances y fortalezas. Hoy, esta loba conoce sus fortalezas y sus debilidades y ha aprendido a utilizarlas a su favor. Además, ha aprendido a evaluar de igual manera al depredador, para así lograr que las supuestas fortalezas de éste se tornen en su mayores debilidades.

Esta loba sigue de pie, aullando a la luna desvergonzadamente. Es dueña de su esencia, su fuerza y su capacidad de sobrevivir a los más grandes depredadores. Esta loba corre libre y no hay quien pueda detenerla.

“Entonces, como una criatura salvaje que olfatea una cosa y la husmea por arriba, por abajo y por todas partes para averiguar lo que es, la mujer es libre de buscar las verdaderas respuestas a sus más profundas y oscuras preguntas. Y es libre de arrancarle los poderes a la cosa que la ha atacado y de transformar estos poderes que antes se habían utilizado contra ella en su propio beneficio. Eso es la mujer salvaje”.

– Clarissa Pinkola Estés. Mujeres que corren con los lobos. 


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