Veo a Lucas y siento que puedo leer sus pensamientos. Lucas tiene miedo y está confundido. Estamos sentados frente al televisor. Ninguno de los dos sabe qué decir. El silencio es incómodo, pero también siento algo de paz. Cuando su mirada y la mía se cruzan siento su dolor, lo veo reflejado en sus ojos cristalinos. Lucas se debilita y yo lo tomo en mis brazos. Me duele verle así, temblando, sudando y nauseabundo.
Elena no puede asimilar lo que sucede. Por primera vez en su vida es totalmente ajena a sí misma. Su dolor pasa a segundo plano. Lucas está débil y ella no puede pedirle que se marche. Elena lo abraza con ternura. Elena creyó que nunca más amaría. Manolo era su mejor amigo y perderlo parecía haber sido la peor catástrofe imaginable. Sin embargo, Manolo siempre le decía que si ella fuera diferente, él sería más feliz a su lado. Manolo la quería, pero no la aceptaba. Deseaba su luz, pero rechazaba su obscuridad. Lucas no la rechazaba, él la amaba así como era. Lucas se rechazaba a sí mismo y eso era algo que él no se podía perdonar. Elena no podía ayudarlo, y es por eso que lo abrazaba con ternura.
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