We are all now connected by the Internet, like neurons in a giant brain.
– Stephen Hawking
Vivimos en una era emocionante. Por primera vez en la historia de la humanidad contamos con los medios para extender nuestra mirada a espacios que antes parecían remotos. El internet ha revolucionado la manera en que vivimos. Ha cambiado totalmente la forma en que nos comunicamos, nos informamos, nos educamos, hacemos negocios, socializamos … en fin, la lista no termina.
Hoy tenemos acceso a casi toda la información a tan sólo unos clicks de distancia. Hemos construido un medio que permite la conexión a una escala global.
Hay una linda anécdota sobre la primer fotografía que se tomó del planeta desde el espacio. Por primera vez en la historia de la humanidad fuimos capaces de ver nuestro planeta y concebir la “Big Picture”. Como bien describió Carl Sagan, fuimos capaces de vislumbrar que en la distancia, la Tierra no es más que un Punto Azul (Pale Blue Dot) en la inmensidad del universo. De pronto caímos en cuenta de lo pequeños que somos y nos vimos forzados a aceptar humildemente que nuestro mundo – que para nosotros parece tan inmenso – visto desde otra perspectiva, es más diminuto que un grano de arena en relación a la vastedad cósmica. Los astronautas bautizaron esta experiencia como el “Overview Effect”, o Efecto Perspectiva, en español. Las implicaciones de este hallazgo de la humanidad van más allá de aceptar nuestra pequeñez. Esta imagen evidenció la inexistencia de fronteras geográficas y políticas que durante siglos enmarcaron nuestra forma de comprender el mundo, reemplazándolas por un sentido de interconexión global.
Y todo esto, ¿qué?
Durante toda la historia de la humanidad hemos peleado guerras estúpidas, creando sistemas de opresión, todo con el fin de saciar la sed de poder. Nos hemos peleado por territorios y recursos, marcando fronteras y creando rivalidades, cuando en realidad, la tierra es una, el territorio es uno, y los recursos son de todos.
Cuando hablamos de sistemas de opresión actuales, podemos comprenderlos desde distintas perspectivas: economía, política, género, raza, clase social, orientación sexual, etc.
Estos sistemas se rigen bajo una regla de oro: el poder está en una élite, mientras que el resto de las personas son manipuladas para aceptar su narrativa u obligadas a resignarse a través de la coerción, lo que de manera sistemática mantiene a unos a la merced de otros. El control sobre los medios es una de las herramientas más poderosas para mantener a un sistema funcionando. Controla la información, y tienes mayor control sobre la cultura y la ideología.
Para que un sistema opresivo funcione, se necesita la conformidad de la mayoría, y para desmantelar dichos sistemas, es necesario deconstruirlos, entender su retórica, sus orígenes y su peso histórico. Estos sistemas, además, se superponen uno sobre otro, lo que hace que unas personas se encuentren en situaciones más desvalidas que otras.
Sin embargo, cada día estamos más conscientes de que a pesar de la riqueza de la diversidad, es imperativo generar una identidad humana. Somos cada día más los que estamos cansados del ver al Otro como enemigo. Siempre hemos temido a lo desconocido, pero hoy podemos conocernos, comunicarnos, entendernos y hacer una revolución encaminada al respeto, la apreciación y la empatía.
Tristemente, históricamente los esfuerzos de resistencia al sistema en turno han sido atacados constantemente por quienes sienten que sus intereses se ven comprometidos por la causa. La mejor manera de desacreditar un movimiento en pro del cambio es a través de la propagación de estereotipos negativos, incitando al miedo y la paranoia. Podemos verlo claramente con los movimientos de resistencia al racismo, la heteronormatividad, o el sexismo, por mencionar algunos ejemplos.
Un caso .-
Aunque en un principio parecía casi una broma, la candidatura de Donald Trump hoy es una realidad. Con todo y sus discursos discriminatorios, Trump ha logrado conseguir el apoyo de un gran número de estadounidenses, apelando al miedo y aprovechándose de la fragilidad del ego de sus seguidores. ¿Recuerdan cuando dijo que los mexicanos mandábamos a “lo peor” de México a Estados Unidos?, ¿Recuerdan cuando nos llamó violadores, criminales y asesinos? La respuesta fue una total y absoluta indignación por parte de los mexicanos.
Sí, es cierto que hay mexicanos que se van a EUA y trafican droga, se involucran en pandillas y cometen crímenes. Pero no se puede sacrificar el todo por la parte. Pero Trump sabe que este discurso es la receta perfecta para denigrar a un grupo de personas y conseguir simpatía por parte de otros para discriminarlos. Y es que, como bien decía, cuando se quiere desacreditar a un grupo de personas, la mejor manera es buscar miembros de dicho grupo que hagan cosas que serán reprobadas por la mayoría y asumir que son ellos quienes representan a todo el grupo. En otras palabras: generar un estereotipo negativo y propagarlo. Pero la verdad es que no importa de qué grupo estemos hablando, siempre hay, dentro de un mismo grupo, varios tintes ideológicos y una gran diversidad.
La escritora Chimamanda Adichie hace un análisis hermoso de este fenómeno en su plática El poder de la historia única (The power of the single story). En ella, Adichie habla de la importancia de la diversidad en los discursos, y de cómo los estereotipos son producto de quienes sustentan el poder, generando una retórica reduccionista que se basa únicamente en la perspectiva de fuerzas opresoras.
Ningún grupo, movimiento social o identidad está exento de ello. Y es que hay tantos matices en cada uno de ellos que asumir que un discurso es representativo de todo un grupo es ridículo. Antes, cuando la comunicación masiva estaba en manos de algunos pocos, era muy difícil cuestionar los discursos dominantes y ofrecer narrativas alternas. Antes era más difícil alzar la voz. Pero hoy, gracias a la conectividad que ofrece el internet, podemos generar discusiones interesantes y compartir todos los distintos discursos que conforman cualquier movimiento, grupo o identidad. Hoy podemos generar resistencia a estos discursos reduccionistas que buscan desacreditar a los discursos contestatarios.
Sí, el internet trajo consigo cosas maravillosas, nuevas formas de entretenimiento y socialización, la disolución de fronteras, permitiendo desafiar los límites del tiempo y espacio… pero también trajo cosas espeluznantes. Y es que la tecnología siempre ha sido una espada de doble filo. No hay ejemplo más claro que el uso de los descubrimientos de Einstein para la creación de armas nucleares. Porque finalmente somos nosotros quienes tenemos el poder de decidir si queremos utilizar la tecnología y la ciencia para el bien o para el mal. La tecnología no es buena ni mala, simplemente es. Sin embargo, la conectividad que ofrece el internet, en mi opinión, despierta un imperativo innegable, una responsabilidad de dejar de ser consumidores pasivos y convertirnos en productores de contenido. Nos llama a alzar la voz, a generar nuevos discursos y a cuestionar las narrativas dominantes.
El internet ofrece una democratización de los discursos – y no cabe duda que eso implica una serie de retos complejos, y que a su vez, se generan formas de resistencia a dicha democratización por parte de las élites en el poder. También es verdad que ha dado voz a muchas personas cuyos aportes repercuten negativamente en la sociedad. Pero tenemos la libertad de elegir. Estoy segura de que mis ideas y análisis estarán llenos de huecos y lagunas. Pero es justamente en el intercambio de ideas que se logran grandes cosas. Como bien dice Steven Johnson, autor de De dónde vienen las buenas ideas (Where good ideas come from), los patrones son simples, pero una vez que conectamos los puntos, se genera un todo que es mayor que la suma de todas sus partes. Los espacios comunes son la cuna de la innovación, la creatividad, y los avances científicos y tecnológicos.
En conclusión – y aunque hay tanto más por decir – para una comunicadora como yo, el mejor uso posible del internet es este: utilizarlo como una plataforma para contribuir al diálogo. Somos los co-creadores de las entidades meméticas, y como tales, recae en nosotros una gran responsabilidad, no sólo de crear contenidos valiosos, sino también de deconstruir, curar y transformar las ideas de manera crítica. No se trata de suponer poseer la verdad, sino de aportar lo mejor de nosotros para ayudar a que colectivamente podamos construir una mejor narrativa – una que enriquezca a la humanidad, que disuelva fronteras, y nos permita darle un upgrade a nuestra especie.
Si cada idea es como una neurona, las conexiones que generamos determinan el funcionamiento de nuestro “cerebro colectivo”. Tenemos la oportunidad de generar una red, y de nosotros depende que dichas conexiones sean sanas y propositivas. Sólo así podremos curar los males que afrontamos como humanidad. Finalmente, juntos somos un gran conjunto mayor a la suma de todas sus partes.